El poder personal de las mujeres y su papel en la igualdad

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Hoy, 8 de marzo, día Internacional de la Mujer, es un día especial. Un día para hacer ver al mundo que somos poderosas, valientes y valiosas. Un día para empezar a recuperar nuestro poder personal como mujeres.

Soy Susana Magdaleno, Coach, Counsellor y Formadora de profesión. Especializada en trabajar con mujeres para ayudarlas a empoderarse, a extraer su carisma y brillar. Y hoy he decidido parar mi actividad normal.

Pero, aunque hoy no dedique mucho tiempo a trabajar, ni en casa ni en mi actividad profesional, he querido dedicar un ratito a escribir esta reflexión, donde os quiero explicar cuál es, desde mi punto de vista y mi experiencia personal y profesional, el pilar más importante del cambio que queremos para nosotras.

Os quiero compartir algo de mí. Desde hace tiempo le doy vueltas a una situación que no me agrada, y que estoy decidida a combatir.

En este sector en el que me muevo y que me apasiona, la inmensa mayoría de las clientas, sobre todo en el ámbito privado, son mujeres. En mis talleres y en mis sesiones de coaching, diría que más del 90% de las asistentes son “ellas”, mujeres que quieren crecer (a pesar de que comparto muchos de los talleres que imparto con Terry, mi pareja, que es hombre… así que no se trata sólo de que acudan a mí por cuestión de género). Y no solo en los que imparto yo, que podría ser normal por mi especialización… también lo he visto en los talleres, cursos y conferencias a los que he asistido, ¡que son muchísimos!

También la mayoría de los profesionales en este ámbito son “ellas”, mujeres coaches, formadoras, terapeutas, psicólogas, profesoras de yoga y de otras disciplinas del trabajo personal.

Y, sin embargo, la inmensa mayoría de los maestros o referentes públicos del sector, son “ellos” … Hablamos de personajes de renombre, conocidos en el ámbito nacional o internacional, actuales o históricos (no quiero entrar a poner nombres, pero os invito a que hagáis una búsqueda). No es que no haya un puñado de mujeres que han logrado hacerse un hueco en el mundo de “gurús” del desarrollo personal, pero la proporción se invierte con respecto a clientes y profesionales.

Al menos, en mi caso, la inmensa mayoría de los cursos, talleres y conferencias a los que he asistido, han sido impartidos por hombres, y las mujeres, en el mejor de los casos, han jugado papeles secundarios o de ayudantes.

Cuando menciono todo esto con otras personas, tanto mujeres como hombres, suelen salir justificaciones como “que los hombres dedican más tiempo a su carrera y las mujeres elegimos conciliar con nuestra vida familiar”, “que ellos tienen más interés en obtener reconocimiento”, o incluso “que ellos se venden mejor” o “les gusta más venderse o mostrarse que a nosotras”.

No niego que todo eso es posible que pase, o al menos que pase en algunos casos. Pero creo que la razón principal por la cual en este sector hay este desequilibrio es otra, y es más profunda.

Un inciso, hablo de este sector que es el que me toca. Pero no solo es este. En muchos otros ámbitos, donde también la mujer tiene un papel predominante como usuaria o como profesional, también encontramos que los referentes conocidos son hombres, ¿o acaso no sucede en la cocina, por ejemplo? ¿Y en la peluquería… pregúntate por algún referente conocido, a ver qué nombres te salen? ¿Y en el de la costura?

Pero vayamos a la cuestión de fondo.

Para mí, la razón más profunda de todo esto responde a nuestra “epigenética” … ¿A qué?

Bueno, explicándolo con palabras llanas, a la herencia que traemos de nuestros ancestros y sobre todo de nuestras ancestras, en cuanto al rol femenino en cuestiones como la “autoridad” o el “poder” (no entendidos como autoritarismo o mando, sino en su sentido positivo de poder personal, capacidad de influencia, de ser referencia en una materia concreta, de tener opinión reconocida, de prestigio incluso).

En nuestro pasado (y no tan pasado, porque hace cuatro días de esto), la voz de la autoridad ha sido masculina. De hecho, ayer, en una tertulia de radio se recordaba como en los libros de texto, la inmensa mayoría de los referentes en todos los ámbitos (literatura, pintura, política, filosofía, ciencia…) son hombres. No es que no haya habido mujeres, es que han sido pocas, porque estaban a otros asuntos, y las pocas que ha habido apenas se mencionan.

Y esto, lo llevamos grabado en nuestro inconsciente. Llevamos instalada la creencia de que “los que saben son ellos”, como me contestaba ayer Àngels Barceló cuando expuse esta cuestión en su programa Hora 25, al que tuve la suerte de asistir. Y esta creencia se transforma en un patrón de conducta que repetimos.

Este patrón, que muchas mujeres no tienen identificado ni siquiera (porque radica en una creencia inconsciente), nos lleva a comportarnos como “ayudantes del mago”, a jugar papeles secundarios, a no atrevernos a salir al mundo a compartir lo que sabemos, aquello en lo que creemos. Oculta nuestro poder personal, nuestro CARISMA, apaga nuestro BRILLO innato.

Ayer, en la misma tertulia radiofónica, una de las participantes comentaba que es frecuente ver como los hombres son capaces de exponer sus ideas de forma natural, sin necesidad de pensárselo demasiado, mientras que las mujeres tendemos a callar, o a esperar a estar cargadas de razones y realmente convencidas de lo que vamos a decir, antes de abrir la boca. Este es un ejemplo claro de cómo nuestras creencias nos atan y nos limitan.

Pues bien, dicho todo esto, creo que nuestra reflexión en el día de hoy debe ir más allá de pedir a las autoridades cambios de leyes, de demandar que se reconozcan nuestros derechos, de pedir que cese la violencia y el abuso hacia las mujeres, de reclamar que se valore el trabajo de cuidados que hacemos en casa, de exigir a las empresas que desaparezca la brecha salarial, de exigir que se equilibre el número de mujeres y hombres en puestos directivos, y en definitiva, de exigir un trato igualitario entre mujeres y hombres.

Todo eso, por supuesto que sí, no sólo es lícito, sino que es necesario.

Pero creo que es momento de dar un paso más allá. Necesitamos reconocer nosotras mismas nuestra propia autoridad. Es nuestro deber tomar nuestra propia responsabilidad para que el cambio suceda.

Y el cambio no puede acelerarse si no viene desde dentro, desde la base, desde lo más profundo de nosotras mismas. Necesitamos querer cambiar la parte inconsciente, heredada y aprendida, que nos resta poder personal. Es urgente que tomemos las riendas de nuestra vida, que nos hagamos protagonistas todas y cada una de nosotras. Es importante y es urgente que trabajemos en cambiar nuestras creencias y patrones limitantes, para poder tomar el rol que nos merecemos.

Y lo primero, necesitamos sacar estas creencias que están en nuestro inconsciente (no solo en el femenino, sino en el de toda la sociedad), ponerlas sobre la mesa, reconocerlas, observarlas, y desde ahí, empezar a cambiarlas. Buscar nuestras propias mujeres de referencia, escuchar a nuestras iguales, compartir nuestras experiencias femeninas para aprender y crecer juntas.
Cuando hagamos esto, no necesitaremos pedir el cambio afuera. Porque ya habremos cambiado dentro… y el resto será inevitable.

Si no hacemos esto, el cambio llegará tal vez, pero será mucho más lento y doloroso de lo que queremos, pues estaremos abocadas al enfrentamiento y a la lucha, y condicionadas por lo que otros decidan implementar.

Que, para todas, este día sea el inicio de tu cambio, de tu empoderamiento, del reconocimiento de tu poder personal y de tu autoridad.

Un fuerte abrazo a todas las mujeres poderosas y brillantes que somos.

Susana Magdaleno

Coach, Counsellor y formadora para mujeres que quieren cambiar, liberarse de sus ataduras y reconocer su poder personal.
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